Pour le Princess du fées

Paseábamos un día junto a un pozo que le llamaban el de los deseos, pues según contaban, se concedía el que pedías al arrojar una moneda al fondo.
-Ven y pide tú uno -me dijo ella mirándome a los ojos.
Sin decir nada, la besé en los párpados con un beso largo.
-¿Porqué has hecho eso?- me dijo sorprendida.
-Porque estos son los únicos pozos, bellos, misteriosos y  profundos, donde yo  deposito mis tesoros y en los únicos en  que confío me concedan lo que pido.
-¿Y que es? -volvió ella a preguntar.
-Que no me falten, para seguir pidiendo en ellos siempre el mísmo deseo.
                                                                  

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